Lecciones del Paro Nacional
Agrícola para Cajicá
Si Usted es el Alcalde, Concejal o Secretario de
Planeación….piense en esto, pues el PBOT pasa por aquí.. Si es un campesino, un
agricultor o un consumidor…también debe dedicarle tiempo al tema, pues su vida
pasa por aquí.
Colombia vive desde agosto la llamada ¨Revuelta de las
Ruanas¨. Campesinos, agricultores y productores del campo, decidieron usar el
paro como una forma de manifestación de su inconformidad por los impactos
negativos que sufren frente al avance de la implementación de los acuerdos del
TLC y de las políticas favorables al agronegocio en el país.
Mismo el Presidente de la República, Juan Manuel
Santos, y diversos expertos en el tema, reconocen que la situación del
campesino colombiano ha venido deteriorándose y que el descuido por parte del
Estado es innegable. Están cada día más endeudados, producen cada día menos,
los insumos y el transporte son cada vez más caros, los precios de mercado no
son favorables, el precio de productos importados es menor, el contrabando
fragiliza aún más al productor nacional. Pero como si todo esto fuera poco,
ahora, por fuerza del Tratado de Libre Comercio con EUA, los campesinos
descubrieron que las semillas que usaban
desde siempre para sus cultivos, ahora son ilegales, que al hacerlo son
tratados como delincuentes y que deben comprar obligatoriamente semillas
certificadas, producidas por empresas americanas globales.
Que tiene a ver todo eso con
Cajicá?
El lector de NUESTRO TERRITORIO ya está enterado a
través de los medios masivos de comunicación de todo lo ocurrido en el país por
cuenta del Paro Agrícola. Pero debe preguntarse (si no lo ha hecho,
hágalo), como todo eso se refleja en
Cajicá. Más allá de las marchas realizadas por jóvenes en nuestras calles, las
cuales muestran positivamente, que por lo menos las nuevas generaciones
comienzan a preocuparse por temas importantes, la cuestión se refiere a la situación
de la agricultura en el municipio.
Hoy es un consenso entre la clase política local y
entre los inversionistas del ramo inmobiliario, que ¨Cajicá perdió su vocación
Agrícola¨. Pero, esa percepción también transita entre la población. La idea de
que la agricultura en Cajicá se está acabando, o la están acabando, por muchas
razones, está relacionada con la idea de que la agricultura tradicional en
Colombia se está acabando, o la están acabando.
Es como si Cajicá fuera, en términos de la
agricultura, el futuro de Colombia. Veamos porqué:
Por nuestro suelo, naturalmente fértil, fuimos durante
siglos, o mejor, milenios, un pueblo de agricultores. De repente, en poquísimos
años decidimos que no lo somos más.
Por ser agricultores produjimos, tradicionalmente,
usando nuestros recursos naturales, alimentos. Suficientes para nosotros y
abundantes como para llevar en cantidad para fuera de nuestras fronteras. De
repente no lo hacemos más. Ahora importamos alimentos.
Nuestro pueblo era orgulloso de ser campesino. En
comunión con la tierra, una generación atrás de otra, construyó un patrimonio
económico y cultural. De repente no lo somos más. Ser campesino se volvió
sinónimo de pobreza, de atraso, de dependencia. Algo folclórico y nada más.
Triste ver como durante la Celebración del Día del Campesino, a diferencia de algunos años atrás, el número
de los campesinos presentes fue mínimo. Pregunten a un adolescente si quiere
ser campesino y verán la respuesta. Nadie se imagina ser en el futuro un
campesino. Los dueños de tierra prefieren venderla a cultivarla.
Los abuelos cuentan cómo durante las cosechas, darle
alimentos al vecino era parte de un ritual que estrechaba vínculos, amistades,
vecindad. Hoy, cada familia compra alimentos que raramente se cultivan aquí mismo.
Lo que se compra en Cajicá viene de mercados como CORABASTOS. O de mercados
internacionales vía comercio formal o vía contrabando. Su precio es elevado,
básicamente porque viene de fuera. Si fuera de aquí mismo sería más barato. Si,
como ocurrió en los días del Paro Nacional Agrario, hay falta de abastecimiento
de los grandes mercados, el precio se dispara. Pagamos por alimentos que
antiguamente se daban en nuestros campos, precios impuestos por los
comerciantes, intermediarios, importadores, grandes cadenas de mercadeo, la
bolsa de valores y el mercado negro internacional.
Sabíamos que estábamos comiendo. Conocíamos todo el
proceso, desde la producción de la semilla, la siembra, la cosecha. Bebíamos de
la misma agua con la que regábamos nuestros sembradíos. Nos llevábamos a la boca, alimentos limpios, de
los cuales sabíamos su historia. Hoy eso es imposible. Se dice que vienen de
los cultivos de algún lugar de la Sabana de Bogotá. Que los mismos usan todo
tipo de agro tóxicos y que son regados con las super contaminadas aguas del Río
Bogotá. No tenemos idea cual es la calidad de los alimentos que nos estamos
llevando a la boca.
Los pocos agricultores que sobreviven aquí, usan
semillas certificadas. Hace tiempo que dejaron de usar las semillas nativas o
ecológicas. Ni siquiera los agricultores de orgánicos las usan. Es que usarlas
es ilegal, luego, los pocos que las usan lo hacen de manera completamente
escondida. Son como portadores de una verdad que no se puede decir en voz alta,
pero que aquí hay que gritarla: que va a
pasar el día que por cualquier desequilibrio del mercado, o de la política o de
la economía, el comercio de alimentos y de semillas haga imposible plantar
alimentos aquí, o simplemente comprarlos? Pues que vamos a pasar hambre. Y la
vamos a pasar porque cometimos el acto más irracional de todos, anular nuestra
capacidad local de producir los alimentos que comemos y con los cuales hacemos posible
la vida. Cajicá hoy es dependiente de la producción externa. Colombia lo será
en pocos años. Cajicá se viene convirtiendo en una mole urbana irracional y
desordenada. Colombia, o mejor, sus dirigentes, sueñan en hacer lo mismo. Creen
que así, domestican los mercados consumidores. Creen que lo mejor es amontonar
gente en poco espacio porque eso es económicamente más productivo…para quién? Para
las multinacionales.
Soy Cajiqueño. Soy Colombiano. Pero me gustaría que el
futuro de las dos fuera otro: el de una naturaleza preservada, el de una economía
inteligente y sostenible en armonía con el medio ambiente, el de un pueblo
consciente.
Todo mi apoyo a las iniciativas que lleven a rescatar nuestra vocación agricola, que no se ha perdido, pero que sí se quiere ocultar o distorcionar.
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