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jueves, 5 de septiembre de 2013

La campaña a la Alcaldía CRÓNICA DE UNA NOVELA MIL VECES CONTADA


Lea esta crónica. Todo lo dicho en ella es completamente real, aunque se omiten los nombres propios de manera a no herir susceptibilidades. Estamos a dos años de la próxima campaña política, pero en Cajicá ya se inició la competición para llegar a la alcaldía.

Es jueves. El día está frío y en las calles de Cajicá, un increíble olor a normalidad transita por ahí. Camino por la carrera quinta hacia el norte. Pero hacer eso en Cajicá puede ser sorprendente. Si uno lo hace con atención descubre que, bajo esa aparente calma, realmente todos están tejiendo la trama de nuestra realidad.  Es solo concentrarse un poco que luego, los actores de ese tejido le permiten al transeúnte percibir la intensa actividad. Lo hago, me concentro, como si fuera un espía. Y en segundos veo un candidato a la alcaldía realizando su trabajo. Habla con un voto  (digo voto, porque por esta época nadie más es apenas un ser humano). No consigo pasar inmune. Escucho mi nombre y veo la inevitable señal. También quiere hablar conmigo. Me aproximo sin saber que decir. Prefiero ponerme el rostro amable que caracteriza a todo cajiqueño. Saludo.  Rápidamente soy introducido en la trama. El método es quejarse suficientemente de nuestra patria chica y sus destinos. No hay como no concordar. Hay muchos problemas. Entonces me decido y pregunto. Pero lo hago al viejo amigo, no al político. No consigo cargarme de esa formalidad. Al final, lo conozco desde cuando éramos niños. Los dos sabemos de nuestra historia, de nuestras familias y del recorrido de cada uno. “Viejo, dígame…va a ser candidato a la Alcaldía?.”. Él sabe que no tiene como mentir…hace un segundo estaba haciendo campaña. “Si. Voy a insistir. Aunque, por la experiencia de las campañas anteriores, puedo decir que esta va a ser la peor de todas. Los candidatos ya están gastando dinero en eso y ni siquiera comenzó la campaña”. “ Ya?” le pregunto. “Están comenzando tempranito. Eso quiere decir que la próxima va a ser más cara que la anterior”, exclamo. “Si la anterior campaña costó más de mil millones de pesos, imagínese esta” le dije de sopetón sin conseguir  no mentir. “Mil millones?, eso es mucha plata, esa fue la campaña más cara aquí en Cajicá?” (Claro que no. La campaña más cara debió costar por lo menos tres veces eso, pero esas son cosas que uno no le dice a un candidato. Apenas se debe multiplicar por tres y así uno se aproxima de la realidad y ya). “Esa fue la más cara”. Me pongo grave y le lanzo una verdad de cinco pesos. “ Pero eso significa que la corrupción corrió suelta, porque, al final, quien tiene todo ese dinero para  gastar en hacer política, cierto?”. “Eso es así, entre más cara sea la campaña, más corrupción habrá en el gobierno, no hay como evitarlo. Es así como funciona la política, aquí y en cualquier lugar”.   Fue sincero, me parece. Pero, entonces, inocente, le pregunto, “bueno y porque no hacer lo contrario?”, hacer una campaña que no valga un centavo, a final de cuentas política no es gastar dinero comprando votos, es ofrecerle a la gente una visión interesante de lo que debe ser nuestro municipio”. ( Ay , ay, que inocente, me digo por dentro a mi mismo mientras lo escucho). “Hacer eso es no hacer nada. En Cajicá la misma gente todo lo que quiere de un candidato es plata. Gana el que más plata gaste, eso no hay nada que hacer. La gente le pide a todos los candidatos y el que más gaste tiene más chance”.  Me pongo un tanto en evidencia. “Pero esa es la misma cuna de la corrupción, del fracaso de la política y de la futura administración. Al final, va a tener que usar el presupuesto municipal para pagar deudas de campaña, no es así?”. Él no lo duda ni un segundo.  “Es así. Pero no hay nada que hacer. La gente es bruta y aunque le digan no quiere otra cosa, quiere que el candidato gaste, que ofrezca, que invite, que muestre que tiene con qué”.  Lo interrumpo para complementar, “pero así todo lo que se logra es obligarlo a robar. Al final, no hay salario de alcalde que pague una campaña. Entonces de donde sale todo ese dinero?” Lo interrogo descaradamente. Y él me responde, “sale de los intereses de unos cuantos que saben que eso es un buen negocio. Nadie gasta dinero en campaña para beneficiar a la gente. Todo candidato asume compromisos con los que financian su campaña. Si gana, paga usando el presupuesto municipal. A través del favorecimiento de los contratos. Eso es así. Y nadie lo cambia. El que paga la fiesta no es el candidato, es el futuro contratista. El que paga la lechona, la camiseta, la borrachera, es el que mañana va a cobrar caro por eso”.
Me voy sintiendo mal en la conversación. Son muchas verdades dichas en un solo metro cuadrado.  Pero, me digo, un testimonio como este vale oro, entonces, continuo. “Candidato. ¿Cuánto se va a gastar en la próxima campaña?”. “ Si uno quiere  estar en el juego, hay que invertir. Vea, la primera vez me gasté 120 millones de pesos.( entonces calculo que gastó 360 millones). Me los gasté haciendo educación ciudadana y no sirvió para nada. La gente me decía, vea Usted no nos dio nada. En la segunda campaña me gasté como 400 millones (otra vez la calculadora, entonces eso significa que se gasto por lo menos 1.200 millones). Pero no alcancé, porque los otros gastaron mucho más que yo. Para la próxima, para estar por dentro estoy ahorrando. Voy a invertir 500 millones de pesos. ( haga Usted la cuenta) Yo sé que los otros van a gastar más que eso, pero lo voy a intentar.”.
Pero, candidato, (le disparo), porque no le apuesta a un cambio de cultura política? “ Eso cada vez está peor. La gente está cada vez más embobada. Vea, que la campaña no comenzó y los candidatos ya están gastando plata”.  La curiosidad me mató. “Ya? Cómo, dónde? Mi ignorancia fue patética, pero nada mejor que tener un amigo bien informado para saber las cosas. “Por ejemplo, en una actividad de una de las Juntas de Acción Comunal, esta semana, había cuatro candidatos. La actividad era para recoger fondos para los regalos de navidad de los niños del sector. Todos estaban allá y todos hicieron sus aportes. Y la gente va calibrando a cada uno. El que más plata ponga, es el que mejor sale parado. Eso es así, la gente comenta, compara. Y no importa quien sea, lo que cuenta es que bote plata”.
Voy sintiendo pena profunda. El mecanismo que hace que estos pueblos se mantengan en el atraso es exactamente ese. Entonces le digo, “Pero, candidato, eso es terrible. Así, una actividad comunitaria, en la cual lo importante, más que ganar dinero, es activar en los vecinos de un sector el sentido de participación, la voluntad de trabajar juntos en beneficio de su comunidad se pervierte  al recibir dinero de los políticos, eso destruye en las comunidades las ganas de trabajar y los vuelve dependientes de esos personajes. Y pervierte también la política. Es ahí que nace la politiquería, pues el candidato, al comprar la conciencia de la gente, destruye  el deseo de pensar en su propia realidad y se conforma con unos cuantos pesos. Pero dígame, eso que hacen los políticos y los dirigentes comunales es legal?”
El candidato me mira. “Es legal. No hay nada que impida ese tipo de prácticas”.  Me quedo pensando. Entonces el problema es más profundo. Es el tipo de cosa que a pesar de ser legal, es destructiva.  Es legal pero es anti-ético. Se lo digo. Y él me responde, “la gente no se importa con la ética. La gente lo que quiere es plata. Los políticos saben de eso y lo estimulan. Si quieren ganar, van a tener que hacerlo de esa manera”.

Que cosa..una práctica legal, como es la donación de dinero a las comunidades por parte de los políticos, configura una práctica antiética. Pero, después, genera una práctica ilegal, pues la corrupción se vuelve inevitable ya que el candidato va a tener que pagar sus deudas de campaña y para eso, tendrá que favorecer ilegalmente a sus socios políticos. Y entonces, tendremos a la misma comunidad quejándose de la inutilidad de los candidatos que eligió. Quejándose de la corrupción instalada. La corrupción solo es posible porque las comunidades consienten prácticas corruptas de parte de los políticos. Resta saber si de hecho desmontar ese círculo vicioso es imposible. Me despido del candidato diciéndole que a pesar de todos los hechos en contra soy optimista. Él se despide confirmando su hipótesis. “Eso es imposible”.  

2 comentarios:

  1. Y tiene porque ser optimista, Edilberto, lo que sucede es que se tapa por todos los medios el avance, el progreso de la gente y los medios, (Perdóneme señor periodista) son los mayores engañadores de la gente.
    ¿De dónde el optimismo? Vea usted, todo lo que hace Bogotá, lo copia el resto del país, si pavimenta la plaza de Bolívar los municipios hacen lo mismo, copian los andenes, las ciclo rutas, los paraderos, todo… espero que copiemos de Bogotá el voto de opinión, ¡Bogotá hace seis alcaldías vota por quien quiere, no por quien le dicen! No vota por los partidos, tampoco por lo que diga El Tiempo, RCN o Caracol, o Uribe, Bogotá es libre. Claro usted no encuentra un editorial dedicado a este tema, el periodismo nacional, no es independiente.
    Orlando Rico C.

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  2. Agradezco su opinión. Si...soy optimista...por eso hago lo que hago. Si..parte de lo que hago es no leer ni El Tiempo, ni escuchar RCN o Caracol. Me pregunto, para qué hacerlo si son tan previsibles. La gran cuestión es fomentar una cultura política en la cual el hombre simple, el ciudadano común, al que todos intentan , y lo consiguen, manipular, sea completamente capaz de pensar y decidir sobre su realidad y actuar coherentemente. le apuesto la política, no a eso que hoy se vive de manera tan abuerta y descarada. Me doy el lujo de creer que si, es posible.

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