Una vez más en nuestra historia estamos polarizados. Hicimos la
guerra entre realistas y criollos durante unos 30 años En eso nos amaneció el
siglo XIX. Después la guerra entre federalistas y centralistas nos tomó varias
décadas. La guerra entre liberales y conservadores nos hizo perder casi 120
años que culminaron en un acuerdo entre élites llamado el Frente Nacional. Pero
quedó el germen del odio y entonces la guerra fue entre defensores de la
derecha y defensores de la izquierda. En esta nos alcanzó el siglo XXI. Así
pues, vivir polarizados y en guerra ha sido el hilo conductor de nuestra
historia.
Pero, ¿cuál es la característica fundamental de la polarización
ideológica? Básicamente que los miembros de un lado, señalan a los otros como
portadores del MAL y viceversa. En toda polarización el otro es mal y la única
salida es eliminarlo. Por eso siempre se escoge el camino de la guerra. Es lo
que los colombianos hemos hecho, guerra contra el mal que el otro representa,
guerra de exterminio, guerra sucia, guerra de mentiras y acusaciones, guerra de
tramas oscuras y trampas de todo tipo. Pero además, cada lado considera que es
el otro el que hace la guerra. El otro es el mal que trae la guerra y la
barbarie y por eso hay que eliminarlo. Como el otro es el mal, se justifica
eliminarlo, acusarlo, perseguirlo. Como el otro es el mal, caben todas las
estrategias de la guerra para destruirlo. A eso nos hemos dedicado toda nuestra
larga historia de guerras intestinas y fratricidas.
Lo que nunca hemos hecho es reconocer que el Mal, no está en el
otro, sino en nosotros mismos. El mal radica en la idea de que solo nuestro
lado tiene la razón. Que solo nuestro lado es el verdadero. Solo nuestro lado
merece salvarse. Solo nuestro lado es legítimo. Y que por eso, podemos ejercer
toda la violencia contra el otro. Nos convencemos de que nuestra violencia es
buena y la del otro mala. Que nuestra violencia tiene causa justa y la del otro
no. Que nuestra violencia defiende valores mayores y fundamentales y la de los
otros no. El mal radica en nuestra incapacidad de cuestionar nuestra supuesta verdad absoluta.
Como cada uno de los dos lados del conflicto hace lo mismo, es
decir, proyecta en el otro el Mal, entonces, se establece la guerra.
Si pudiéramos percibir el MAL EN NOSOTROS MISMOS, la guerra se
acabaría inmediatamente. NO podríamos atacar al otro al cual, claro, solo
podríamos conferirle legitimidad de ser otro en la diferencia conmigo. Legítimo
porque es diferente y por lo mismo respetable.
El conflicto continuaría, pero no la guerra. Pues la GUERRA ES
EL MAL EN SI MISMO. El conflicto es apenas condición histórica normal entre
seres humanos que parten de posiciones diferentes. Pero esa diferencia, en un
conflicto es lo que hace que las relaciones humanas sean interesantes. La
guerra, no. Esta apenas busca la eliminación del otro. El conflicto debe
instaurar un diálogo complejo, en donde cada parte aprende de la otra y la
respeta mientras convive y comparte el mundo.
Si los colombianos pudiéramos mirarnos en el espejo de la
polarización en la que estamos, tal vez, podríamos ver que siempre hemos optado
por el camino errado al considerar la guerra como la única salida. Al no
percibir que los conflictos, y por tanto, las diferencias, son parte normal de
las relaciones sociales y siempre una invitación al diálogo, al respeto y la
convivencia. Para ello, tenemos que
poder observar el mal dentro de nosotros mismos y no en el otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario