Por Edilberto Afanador Sastre
Sociólogo
La política entró en
nueva fase: los políticos mienten inescrupulosamente. Se trata de un fenómeno
mundial. Políticos retrógrados, racistas,
xenófobos, belicistas, corruptos, suelen salir victoriosos, porque el pueblo
ya no se interesa por saber si los políticos dicen la verdad.
Con mentiras vencieron
los políticos que defendían el Brexit. Con mentiras, derrocaron la presidenta
Dilma Rousself en el Brasil. Con mentiras llevaron a los colombianos a votar
contra la paz. Con mentiras triunfó
Donald Trump en los EUAs. Y el tsunami continúa.
La lista de casos puede
continuar extendiéndose en el tiempo y en el espacio. Desde lo local, como las
mentiras que implantaron contra Petro en Bogotá, y continúan implantando; las
mentiras que dice Enrique Peñalosa sobre sus títulos universitarios o sobre la reserva
Van Der Hammen. Pasando por lo nacional, con mentiras como las del fantasma del
castrochavismo o la ideología de género con las cuales manipularon millones de
colombianos desinformados para votar por el No en el plebiscito. Hasta lo
global, como las mentiras que se cuentan contra Fidel Castro en Cuba y contra
Cuba en general. Mentiras como las de las Torres de Wall Street en New York, o
las de la Guerra contra Saddam Hussein y contra Afganistán. Mentiras
implantadas en todos los lugares del mundo, apenas para favorecer un
determinado grupo de poder.
La novedad es que
ahora, además de los libros de historia y de los grandes medios de
comunicación, las redes sociales pululan con falsa información. Una estrategia
de guerra permite que millones de falsos perfiles canalicen informaciones de
toda índole contra partidos políticos, gobiernos, grupos sociales, personas, determinadas
causas, incluso, empresas y productos. Un tsunami de información es distribuida
cotidianamente con datos falsos y funcionan como una bomba destructiva en el
tejido social que consume todo esto sin percibir que está siendo manipulada,
que sus emociones y sentimientos, que su percepción de la realidad está siendo
destruida, apenas para que reaccione a favor de algo o de alguien o en contra,
sin que pueda reflexionar y cuestionar la veracidad de la información que
motiva sus reacciones.
Si miramos para atrás
en la historia, veremos que el poder siempre cuenta una versión de los hechos
que en general es mentira. La diferencia entre el antes y el ahora es que,
antes había un cuidado con la versión vencedora. Había un esfuerzo en cuidar de
todos los detalles de la narrativa victoriosa, de manera a que la opinión
pública construyera un consenso sobre las bondades de las decisiones de la
élite en el poder.
Ahora, esa máscara fue
abandonada. No importa más. Las mayorías de la actualidad no necesitan que les
maquillen las mentiras. Escogen y favorecen abiertamente al mentiroso, al
manipulador. Las masas, ellas mismas, repiten incansablemente la mentira que el
poderoso cuenta sobre sí mismo. Alardean. Se jactan. Y si se insiste en
establecer la verdad de los hechos, pasan inmediatamente a la amenaza, al
insulto, a la calumnia, a la expulsión. Defienden su mentira con ira, con odio,
con pasión.
Los medios de
comunicación se divierten con el espectáculo, lo amplían, lo redundan, hacen
del efecto de polarización un juego mil veces lucrativo. Y lo hacen en nombre
de la mentira de una supuesta libertad de expresión…en la cual los mentirosos
tienen tiempo ilimitado en sus páginas, en sus noticieros, en sus radios.
Lo que se vive en la
actualidad es el abandono de toda racionalidad. Pues, erguir la mentira como
patrón de comportamiento victorioso, implica una renuncia a la razón y de paso
a la democracia. Las mayorías de las mentiras victoriosas imponen sus triunfos
electorales y tranquilamente hacen de ello una virtud y de sus beneficiarios
sus héroes.
Que un país viva ese
fenómeno es preocupante. Pero que el mundo esté inmerso en tal paradigma de
poder, debe prender las alarmas de las sociedades locales y globales. Lo que
está en juego es la propia civilización que apostó sus mejores cartas en la
ciencia, en el pensamiento y que ahora, en pleno siglo XXI, cuando tenemos que
enfrentar los mayores desafíos que la humanidad en toda su historia ha
enfrentado, los poderosos del mundo resuelven a punta de mentiras manipular los
pueblos del mundo: El calentamiento climático es falso. La crisis energética no
existe. La pobreza y el hambre no matan a nadie. El consumismo desenfrenado
puede ampliarse sin consecuencias. Las guerras que se llevan a cabo en el mundo
no dejan muertos. La economía mundial no vive una crisis profunda. La violencia
en las calles, en las familias, no es motivo de preocupación. La destrucción ecológica es mínima y la concentración absoluta de la riqueza…una fantasía.
La política no sobre
vive a la mentira. La democracia menos aún. El poder, en cambio….
Excelente artigo Edilberto. Muito lúcido e atual. Parabéns amigo!
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