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jueves, 15 de diciembre de 2016

Pos-Verdad o vivir en el mundo de pinocho

Por Edilberto Afanador Sastre
Sociólogo

La política entró en nueva fase: los políticos mienten inescrupulosamente. Se trata de un fenómeno mundial. Políticos retrógrados, racistas, xenófobos, belicistas, corruptos, suelen salir victoriosos, porque el pueblo ya no se interesa por saber si los políticos dicen la verdad.


Con mentiras vencieron los políticos que defendían el Brexit. Con mentiras, derrocaron la presidenta Dilma Rousself en el Brasil. Con mentiras llevaron a los colombianos a votar contra la paz.  Con mentiras triunfó Donald Trump en los EUAs. Y el tsunami continúa.
La lista de casos puede continuar extendiéndose en el tiempo y en el espacio. Desde lo local, como las mentiras que implantaron contra Petro en Bogotá, y continúan implantando; las mentiras que dice Enrique Peñalosa sobre sus títulos universitarios o sobre la reserva Van Der Hammen. Pasando por lo nacional, con mentiras como las del fantasma del castrochavismo o la ideología de género con las cuales manipularon millones de colombianos desinformados para votar por el No en el plebiscito. Hasta lo global, como las mentiras que se cuentan contra Fidel Castro en Cuba y contra Cuba en general. Mentiras como las de las Torres de Wall Street en New York, o las de la Guerra contra Saddam Hussein y contra Afganistán. Mentiras implantadas en todos los lugares del mundo, apenas para favorecer un determinado grupo de poder.
La novedad es que ahora, además de los libros de historia y de los grandes medios de comunicación, las redes sociales pululan con falsa información. Una estrategia de guerra permite que millones de falsos perfiles canalicen informaciones de toda índole contra partidos políticos, gobiernos, grupos sociales, personas, determinadas causas, incluso, empresas y productos. Un tsunami de información es distribuida cotidianamente con datos falsos y funcionan como una bomba destructiva en el tejido social que consume todo esto sin percibir que está siendo manipulada, que sus emociones y sentimientos, que su percepción de la realidad está siendo destruida, apenas para que reaccione a favor de algo o de alguien o en contra, sin que pueda reflexionar y cuestionar la veracidad de la información que motiva sus reacciones.
Si miramos para atrás en la historia, veremos que el poder siempre cuenta una versión de los hechos que en general es mentira. La diferencia entre el antes y el ahora es que, antes había un cuidado con la versión vencedora. Había un esfuerzo en cuidar de todos los detalles de la narrativa victoriosa, de manera a que la opinión pública construyera un consenso sobre las bondades de las decisiones de la élite en el poder.


Ahora, esa máscara fue abandonada. No importa más. Las mayorías de la actualidad no necesitan que les maquillen las mentiras. Escogen y favorecen abiertamente al mentiroso, al manipulador. Las masas, ellas mismas, repiten incansablemente la mentira que el poderoso cuenta sobre sí mismo. Alardean. Se jactan. Y si se insiste en establecer la verdad de los hechos, pasan inmediatamente a la amenaza, al insulto, a la calumnia, a la expulsión. Defienden su mentira con ira, con odio, con pasión.
Los medios de comunicación se divierten con el espectáculo, lo amplían, lo redundan, hacen del efecto de polarización un juego mil veces lucrativo. Y lo hacen en nombre de la mentira de una supuesta libertad de expresión…en la cual los mentirosos tienen tiempo ilimitado en sus páginas, en sus noticieros, en sus radios.
Lo que se vive en la actualidad es el abandono de toda racionalidad. Pues, erguir la mentira como patrón de comportamiento victorioso, implica una renuncia a la razón y de paso a la democracia. Las mayorías de las mentiras victoriosas imponen sus triunfos electorales y tranquilamente hacen de ello una virtud y de sus beneficiarios sus héroes.
Que un país viva ese fenómeno es preocupante. Pero que el mundo esté inmerso en tal paradigma de poder, debe prender las alarmas de las sociedades locales y globales. Lo que está en juego es la propia civilización que apostó sus mejores cartas en la ciencia, en el pensamiento y que ahora, en pleno siglo XXI, cuando tenemos que enfrentar los mayores desafíos que la humanidad en toda su historia ha enfrentado, los poderosos del mundo resuelven a punta de mentiras manipular los pueblos del mundo: El calentamiento climático es falso. La crisis energética no existe. La pobreza y el hambre no matan a nadie. El consumismo desenfrenado puede ampliarse sin consecuencias. Las guerras que se llevan a cabo en el mundo no dejan muertos. La economía mundial no vive una crisis profunda. La violencia en las calles, en las familias, no es motivo de preocupación. La destrucción ecológica es mínima y la concentración absoluta de la riqueza…una fantasía.

La política no sobre vive a la mentira. La democracia menos aún. El poder, en cambio….

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